Durante la Gran Depresión, los consumidores necesitaban desesperadamente productos confiables y rentables. Sabiendo que los motores diésel eran más potentes que los motores de gasolina (y consumían aproximadamente la mitad del combustible), Caterpillar desarrolló la "Old Betsy", un prototipo que se convertiría en nuestro primer motor diésel, el D9900. En unos pocos años, Caterpillar se convirtió en uno de los mayores productores de motores diésel del mundo.